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"La parte más importante de ruralizar una ciudad es hacer comunidad"

Marta es una educadora ambiental y bióloga nacida a Ávila. Ha vivido en Granada, donde formó parte de una cooperativa agroecológica, y en Girona, entre otros. Rubén, doctorando en física ambiental, es de Font de la Guatlla, entre Poblesec y Sants, donde se crió. Estudió en el extranjero y volvió hace dos años, justo para implicarse con el nacimiento de Desenruna. Las dos son miembros del la asamblea del colectivo Desenruna “Vallcarca será rural o no será” que impulsa y auto-gestiona una parte de los huertos comunitarios de este barrio barcelonés y que está estimulando el debate entorno a la transformación del modelo de ciudad y de vida que requiere el contexto actual de emergencia climática. Ofrecen una alternativa de espacio público comunitario que fomenta la participación activa como un muro de contención de las dinámicas de gentrificación y especulación inmobiliaria.

La pandemia ha hecho todavía más evidente la carencia de espacios públicos verdes, desmercantilizados e inclusivos donde la ciudadanía se pueda organizar, socializar y participar políticamente. En parte, Desenruna nace como respuesta a la pandemia, cuando todavía no se podía salir del municipio pero todo el mundo tenía necesidad de espacios naturales y de recreo. Ahora bien, el proyecto también reivindica, más allá de la pandemia, barrios y ciudades que puedan garantizar su soberanía alimentaria y comunidades con fuertes vínculos e inclusión entre las vecinas, hecho que tanto Marta como Rubén creen que hoy en día no existe en las grandes ciudades.

“Cuando llegué a vivir a Barcelona no estaba muy convencida de mudarme a ciudad”, dice Marta, pero desde que descubrió que enmedio de Vallcarca había huertos como los de Desenruna confiesa que no quiere marcharse. En el mismo sentido, Rubén siempre había tenido la idea de emanciparse en un pueblo, huyendo de la ciudad, hasta que se encontró inmerso en este proyecto común. Para él, lo más valioso de iniciativas así es generar espacios de socialización en el barrio que no pasen por el consumo.

“Es imprescindible saber con quien vivimos”

“La parte más importante de ruralitzar una ciudad es hacer comunidad”, coincide Marta. En un pueblo todo el mundo se conoce y todo el mundo sabe qué hace cada cual, que necesita alguien en un momento dado: “Si María tiene mal de espalda, pues todo el mundo lo sabe y le llevas una sopa”, ejemplifica Marta; mientras que aquí alrededor de los huertos de Vallcarca ella misma el otro día acompañó un compañero de Desenruna al médico porque tenía COVID-19: “Es imprescindible saber con quien vivimos”.

Precisamente, Desenruna va a la raíz del debate sobre recuperar la ciudad y hacerla habitable e inclusiva. El eslogan del colectivo es “Vallcarca será rural o no será”, mientras que en Twitter se las puede encontrar por @RuralSera, directamente. Su visión y manera de entender el barrio apunta a la dirección de deconstruir la ciudad para hacerla más rural, ¿pero hasta qué punto es eso posible? ¿Qué entendemos por “ruralizar” el barrio y la ciudad?

Desde su punto de vista más personal, ruralizar es tejer comunidad alrededor de un proyecto común y un estilo de vida más entrelazados, tanto si se vive en un pueblo, barrio o ciudad. La prioridad, pues, está en la forma de relacionarse y no tanto en donde hacerlo, si en el entorno urbano o en el rural. Para Marta ruralizar una ciudad no es inviable ni utópico. Está convencida que todo el mundo podría tener una experiencia como la de los huertos de Vallcarca. Ahora bien, es urgente liberar más espacios verdes para cultivar. “No olvidemos que, al final, nosotros estamos haciendo esto posible porque estamos okupando unos terrenos”, dice Marta. “Hay que recuperar más terrenos en manos de las empresas privadas que los están acaparando solo con intención de especular”. Para eso también harían falta recursos de las instituciones públicas, admiten, para recuperar terrenos y hacerlos públicos. “No es imposible”, dice Marta. Es solo cuestión de voluntad política para apostar por un modelo de justicia climática que garantice el derecho en la ciudad de todas las personas, en todos los territorios.

En los inicios de Desenruna ni Marta ni Rubén pensaban que tendrían tanta producción. Cuando empezaron, Rubén imaginaba que de aquí solo saldrían “cuatro tomates”, hasta que el verano pasado ya tuvieron mucha producción y cuando venían a cosechar cada semana había días en que las voluntarias mismas no se lo podían llevar todo. Cuando les sobran alimentos, lo pueden ceder a otras causas. Sin embargo, un principio esencial del proyecto de Desenruna es no ser “assistencialista”. Es decir, el proyecto busca empoderar las personas para que participen, se involucren, hagan comunidad y, entre todas, recuperen la ciudad. Al final los huertos son del barrio y desde Desenruna animan a todas las vecinas a cuidarlos. Esto no quita que si hay alguien que participa en las jornadas de trabajo semanales pero que en algún momento va justo de ahorros o necesita más comida por el motivo que sea, la asamblea se pueda organizar para asegurar que de cada cosecha aquella persona tiene una parte garantizada.

"Hay que incentivar un cambio de valores de la sociedad y ruralizar los valores de la ciudadanía”

A pesar del éxito y popularidad de proyectos como este, los colectivos del barrio han sufrido dos intentos de desokupación en el último año. En verano y en diciembre de 2021 grúas de la empresa Núñez & Navarro (propietaria de los terrenos) se presentaron en los solares recuperados para, aparentemente, hacer cálculos y prospecciones. Inmediatamente, todas las colectivas del barrio se presentaron en los solares y convencieron a las grúas (a quienes les faltaba un permiso) para retirarse. Y es que Vallcarca es un barrio con un arraigo comunitario bastante desarrollado. La Fusteria VKK es el centro neurálgico de las entidades del barrio, donde hacen actividades y asambleas el Sindicat d’Habitatge de Vallcarca, la Xarxa d’Aliments de Vallcarca, Heura Negra, la Assamblea de Vallcarca, entre otros, y dónde también hay una biblioteca comunitaria, Anarres VKK. “Miembros de Desenruna hemos ido a veces a ayudar a parar desahucios”, explican Marta y Rubén, y “cuando N&N vino con las excavadoras a los terrenos de los huertos, muchas personas de otros colectivos fueron las primeras en llegar”.

“Desenruna nos lo hemos hecho nosotres”, concluyen. Y es que uno de los elementos que tanto Marta como Rubén quieren poner de relieve es la auto-gestión comunitaria, como el hecho de que no sea el Ayuntamiento quien ha cedido los espacios. “Necesitábamos crear comunidad y la hemos sabido crear desde cero”. Lo que reinvidican, por lo tanto, no es solamente que las instituciones “cedan espacios, que también es necesario” y lo reclaman día a día, pero creen que la transformación que más urgen incentivar es “un cambio de valores de la sociedad y ruralizar los valores de la ciudadanía”, transformando las formas de vida más individualistas por otros más comunitarias.

 

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