Contaminación | Ciutats Lluita

“Dejar de ser consumistas, dejar de generar residuos sin sentido”

Liliana Novoa es profesora de secundaria en una escuela pública de Suba, localidad contigua a Bogotá. Enseña ciencias naturales a alumnes de sexto a noveno (11-14 años aprox.) y, desde hace más de 20 años les lleva a aprender al Humedal La Conejera. Este espacio natural es fuente de biodiversidad y riqueza ambiental, un muro de contención contra la expansión urbanística de la ciudad y uno de los humedales (58 hect.) mejor conservados que quedan en la capital colombiana. Liliana forma parte de la Red Conejera, una agrupación de individualidades y colectivos que dedican su tiempo libre al cuidado del humedal y nos comparte su historia de lucha desde los años 1990. De hecho, la historia de lucha de este humedal es paradigmática porque ha tenido que enfrentar todas y cada una de las amenazas que sufren los humedales de Bogotá, como pueden ser la especulación urbanística, contaminación por el vertido de aguas residuales y la destrucción del caudal natural por la construcción de infraestructuras públicas inecesarias, entre otros. Además, la comunidad del Humedal La Conejera es de las que lleva más años organizada cuidando este espacio de participación comunitaria y generando fuertes vinculos para la inclusión social.

“Para encontrar el Humedal La Conejera sano deberíamos retroraernos a los años 1960”, por lo menos, explica Liliana, cuando la ciudad todavía quedaba lejos y este era un espacio virgen. A partir del boom urbanístico de Bogotá en la década de 1980, que acabó absorbiendo Suba, los humedales empezaron a usarse como basureros y espacio de escombros de la construcción. Liliana recuerda que en los años 1990-2000, cuando empezaron a organizarse, había alcaldes y vecinos que consideraban los humedales como “zonas encharcadas”, sin apreciar su valor ambiental. La apuesta o connivencia de las autoridades con las constructoras, permitió que desaparecieran varias partes de los humedales de la ciudad que se rellenaban de tierra para recuperar suelo edificable. En el caso del Humedal La Conejera, las promociones urbanísticas llegaron hasta su área limítrofe, convirtiendo el humedal en desguace del nuevo barrio. Ante la deteriorización del paraje, las comunidades de vecinos, pero también personas de otras partes de la ciudad, vieron la urgencia de organizarse para defenderlo.

“Pedagogos, artistas, psicólogos, filósofos y profesionales de todos los ámbitos nos organizamos en círculos (comisiones) para cuidar y defender el Humedal”, impulsando actividades de todo tipo: talleres de canto, tejido y lectura; visitas guiadas, actividades artísticas y acciones de sensibilización e incidencia política para la defensa de este paraje natural que es un referente histórico para muchas otras luchas de los movimientos ecologistas de Bogotá. Sus principales peticiones son (1) evitar la construcción de más promociones urbanísticas y otras “infraestructuras bodrio de cemento que no sirven para nada”, en palabras de Liliana, como por ejemplo los “parques lineales” –ciclorutas elevadas por encima del humedal–; (2) corregir las conexiones cerradas de las viviendas aledañas que usan el humedal como alcantarillado: “han convertido el Río Bogotá en el alcantarillado de Bogotá”, y (3) recuperar un caudal ecológico natural para que progresivamente el humedal pueda recuperarse.

Así, la comunidad se organizó para “hacer presencia en el humedal, cuidar del humedal”, a través de la creación de la Fundación Humedal La Conejera en 1993. Desde entonces se le han ido sumando causas, todas ellas muy importantes para la defensa del derecho a la ciudad. Por su implicación vocacional con sus alumnes y por ser vecina de la localidad, Liliana ha estado siempre muy apegada al humedal, y estuvo presente des de los orígenes de esta red comunitaria. Por aquel entonces ya era profesora de colegio y hacía muchas de sus clases en el parque del humedal, sin necesidad de un “aula ambiental” que pueda deteriorar el paisaje. Según cuenta Liliana, muchos de los edificios de la zona están acabados con sistemas de desague informales o irregulares y las conexiones cerradas que deberían ir a las plantas de tratamiento de aguas residuales van directamente al humedal, que a su vez acaba en el Río Bogotá. “Muchas tuberías de esas viviendas nuevas que se han venido haciendo informalmente van al río y humedales sin tratamiento”, denuncian desde la Red Conejera.

“Los humedales necesitan que les dejen sanos, que no les hagan nada, que no les pongan cosas: edificios, infraestructuras de cemento, miradores, aulas ambientales… ¡Déjenlos sanos! ¡No se gasten agua del acueducto!”, reclama Liliana Novoa. Desde Red Conejera reivindican una visión no antropocéntrica del medioambiente. La naturaleza no solo está para el servicio y beneficio de los seres humanos sinó que tiene derecho a su propia vida y preservación. “Los ecosistemas pueden cumplir una función pedagógica que es importante pero no debe ser la prioritaria, sino la principal función debe ser la de conservarse”, explica esta profesora de ciencias naturales y activista ambiental.

La Red Conejera la integran multitud de colectivas que dinamizan y preservan el humedal

Desde la creación de la Fundación Humedal La Conejera en los 90’s hasta la actual Red Conejera, que integran multitud de colectivas*, el humedal ha sido “un pulmón de vida para la localidad”, tanto a nivel ambiental como social, puesto que allí se han generado dinámicas de inclusión ciudadana y participación comunal muy destacadas. Durante la pandemia fue dificil mantener la presencia y las actividades comunitarias, sin embargo, para muchas personas el Humedal fue la única opción para salir de casa y socializar. De este modo, se mantuvieron activas iniciativas como la del circulo de compostaje: durante el confinamiento acumularon residuos para hacer compost en el humedal. Las sucesivas luchas por la defensa del humedal han unido de forma recurrente a vecinos y vecinas que de otra forma no se habrían encontrado, y es que para los que lo ven de cerca, el maltrato y contaminación de este humedal ha sido flagrante. Gracias al trabajo voluntario de la comunidad actualmente se encuentra en mejor estado, sin embargo, nuevos planes de infraestructuras invasivas amenazan su integridad. 

“Hubo un momento en que los Humedales de Bogotá estábamos divididos”, dice Liliana, ahora las diferentes colectivas que defienden los humedale bogotanos están coordinadas, por eso desde Red Conejera también apoyaron en 2021 las protestas que tuvieron lugar en el Humedal Tibubayes para deterner la construcción de un ciclopuente que afecta el cuerpo del agua. Al final, desde todos los movimientos ambientalistas y de defensa de los humedales se promueven unos ideales compartidos: “Dejar de ser consumistas, dejar de tener cosas que casi no necesitamos, dejar de generar de residuos sin sentido que quizás tardaran años a descomponerse o ni se descomponen”.

*Entre las colectivas integrantes de Red Conejera que participan activamente en el Humedal la Conejera están: TEHUCO (primer grupo que hacía incidencia y monitoreo), EncaminArte más cultura, Chipacuy – Escuela de educación popular, Huerta Colibrí, Reserva Thomas Van der Hammen, Sembradores Van der Hammen, Huerta Angelita y Huerta Siembramundos, entre otres.

 

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