Del juicio de la euroorden al juicio de la historia

Artículo publicado por el diario Ara, por Jaume Asens, jurista y miembro del Observatori

La detención de Julian Assange ha hecho saltar a la palestra el debate sobre la cooperación policial entre los países europeos y sus límites en casos políticos com el de Assange. Después del 11-S, la “lucha contra el terrorismo” fue la excusa para aprobar en la Unión Europea una legislación restrictiva que no tiene nada que envidiar a la impulsada por Bush y que instaura un nuevo espacio policial sin el correspondiente espacio judicial y político de protección de los derechos de las personas. En este marco, entró en vigor un nuevo mandato europeo que ahora puede hacer que Assange acabe en una prisión sueca. La euroorden sustituye el tradicional procedimiento de extradición por un sistema de entrega inmediata.

En nombre de la seguridad se suprimen en materia de extradición numersos recursos, derechos y garantías para apuntalar un reconocimiento automático y sin control previo de la orden emitida. Se elimina, por ejemplo, la noción de delito político y principios como el de la doble incriminación para evitar que se pueda rechazar la extradición por motivos políticos o en hechos que no están penados en la legislación de los países requeridos. La euroorden ha sido muy criticada por entidades com Amnistía Internacional, Human RightsWatch o la asociación de abogados europeos AED.

Gran Bretaña, no obstante, en la ley de transposición de la euroorden –la Extradition Act 2003- prevee denegar la entrega en ciertos supósitos, com el de persecución política, e introduce algunas garantías adicionales que pueden alargar el proceso. El año pasado un juez  de Belfast, en el caso De Juana Chaos, tardó más de 16 meses en autorizar la extradición. A Assange le será difícil evitarla, pero plantará cara y, como mínimo, convertirá su proceso en altavoz de la lucha por la transparencia informativa contra las “razones de estado” que se han ocultado a los ciudadanos. El juicio que le importa a Assange es otro: el de la opinión pública y el de la historia. Tiene razón cuando dice que la geopolítica tendrá un antes y un después del cablegate.